viernes, 2 de marzo de 2012

La gratificación de la subida frente a la desilusión de la bajada (cuestas para subir, escaleras para bajar) (GRANADA I)

"Dale limosna, mujer que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada"
Francisco Alarcón de Icaza

Que complicado hablar de una ciudad tan mágica y con un encanto digno de la más propia de las maravillas del mundo... trataré de no hacerlo de una manera meramente descriptiva, sino buscando plasmar tambien las emociones que allí sentí.

El ritmo rápido y agitado de la zona baja, de la zona de catedral y sus alrededores, abarrotada de gente, coches, comercio, turistas con sus cámaras, buscando capturar esta obra, aquel edificio, el de más allá.., se va desvaneciendo con gran sutileza, como si de un embudo se tratase a medida que la topografía comienza a ascender. El agua que corre por los cauces del Darro empieza a hacerse escuchar y el frescor que ésta proporciona te atrae hacia él; la vegetación comienza a aflorar de manera gradual hasta terminar por invadir todo y, con ella, una arquitectura propia, blanca, gruesa, estereotómica en la que el muro cobra importancia en el transcurso de la subida hasta convertirse en el todo que deja de ser construido para ser esculpido en la dura piedra de la montaña del Sacromonte.

El desarrollo de sus calles tortuosas subiendo hacia el Albaicin va descubriéndote misterios a cada paso que das, siendo mas gratificante el siguiente que el anterior, sintiendo que poco a poco te ves inmerso en una cultura y un ritmo de ciudad completamente diferente. Donde una mirada furtiva hacia atrás te desvela una imagen grandiosa de una ciudad limitada por las dos fachadas a ambos lados, que te insinuan algo fascinante pero no te lo muestran en todo su esplendor.

Es hermoso el esfuerzo de no parar de andar, de perderse por calles estrechas que desembocan en grandes cuestas, o en su defecto escaleras, buscando el objetivo de poder atrapar la ciudad en un instante con tu mirada...; no se sufre, se siente, y este sentimiento no duele, al contrario, ayuda, da impulso y te empuja a seguir. El buscar, el no conocer y encontrar, el sorprenderte, el contemplar... competen a este sentir.

Subida hacía el Albaicín

Y de repente otro bullicio....Giras la calle y, tras pasar el acceso superior (el propio de las mujeres) de una mezquita te encuentras con ella; sientes una conexión que va mas alla de la meramente visual. La imagen es increible desde el mirador de San Nicolas, te sientes parte de la ciudad, como si fueras otro granito de arena más que va a seguir construyendo la esencia de esta.

La pausa y contemplación marcan el tempo en este lugar, la admiración y reflexión, todo lo que estas calles han visto y vivido... la Alhambra; en todo su esplendor con su torre de Comares saliendo a tu encuentro, buscándote, y llamándote para que la admires, para que observes esa gran fortificación en lo alto de la montaña. Su alcazaba en el extremo derecho, con sus magnificas torres de vigilancia que se imponen en el paisaje buscando el control de la ciudad y la contemplación por parte de ésta, formando así una yuxtaposición de planos influido e influyente...Y el Palacio del Generalife al otro lado con la elegancia de sus jardines y su ligazón arquitectónica a sus vecinos del Albaicín.

Más alla de su alcazaba se desarrolla la ciudad; esa ciudad del movimiento que sigue inpausable con su ritmo de vida mientras a escasos 1000 m. se respira el aire de la tranquilidad amenizado por la música que durante tantas generaciones ha marcado el ritmo de vida. Podría estar toda una vida disfrutando ese instante...

Por el contrario, la bajada desde aquí hasta la ciudad no es nada gratificante, y es que la falta de esfuerzo físico que implica el descenso se ve eclipsado por lo contemplativo, por el sentir que a medida que avanzas un paso vuelves a verte inmerso en el ritmo de la ciudad, perdiéndola poco a poco no solo visualmente, sino en su esencia. Es por ello que, aunque parezca raro, las escaleras son el mejor medio de bajada ya que la pausa de cada escalón permite detenerte un instante más en el lo que vas dejando atrás y hacer más sutil la vuelta al mundo del movimiento.

Bajada desde el Albaicín.




"Con Granada se despiertan los sentidos mas dulces. La vista, el oido, el tacto, y sobretodo el dulce gusto por todo"


Jorge Oteiza

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